Fotografia – Acervo particular de Alicia Segovia
Cuando era niña, apenas oía que el cielo comenzaba a tronar vestía mi pijamas a cuadros, arrastraba una manta y la ponía sobre una pequeña mesa que había en la galería de la casa. . Armaba una especie de carpita y allí me quedaba por horas viendo como el agua caía por el alero, donde también podía ver brillar el camino sinuoso que bajaba al río. . Cantaba e imaginaba historias. . Era la única oportunidad que no oía a mi mamá rezongar por mi comportamiento. . Yo amaba la lluvia. . Hoy, esta lluvia inspiradora me ha hecho recordar nuestros viajes de fin de semana en familia a…. . ¡Cabure-í!. . Establecimiento maderero de propiedad de Lucio Queiroz. . Durante muchos años todos los viernes por la tarde mis padres empacaban nuestros pertrechos y nos embarcábamos en el vehículo Fort T de mi papá. . Esos fines de semana eran mágicos. . Tomábamos la Ruta 101 de tierra y transitábamos en medio de la selva misionera. . Yo sacaba la cabeza por un costado y con el pelo suelto al viento cantaba casi todo el trayecto. . La distancia de Iguazú a Cabure-í era de aproximadamente 60 kms. . Primero pasábamos el arroyo –Ñandú- . después el -Ñandú chico-. . Yo me preguntaba: . ¿Porqué se llama ñandú si en Misiones no hay ñandúes?. . Muchos años después supe que el nombre derivaba del idioma guaraní: Ñandú (araña). . Más adelante debíamos descender por un pedregal hasta llegar al puente del arroyo –Santo Domingo- para luego arremeter una subida larga y pronunciada. . Allí, con toda su majestuosidad se podían ver los milenarios árboles de –Palo Rosa- y los bellos palmitales. . Unos kilómetros antes de llegar estaba el arroyo Yacu-í con sus aguas cristalinas y heladas. . A un costado se erigía una casa de madera, propiedad de Parques Nacionales. . Pasando el puente había una gran subida con una curva al final, allí mi papá hacía gala de sus dotes de conductor baqueano. . Todos nos sujetábamos como podíamos ya que había muchas piedras sueltas en el camino y el vehículo se hamacaba con bruscos y violentos vaivenes. . Mis hermanos y yo felices, para nosotros era la Montaña Rusa de la Selva. . Cuando llegábamos al camino plano sabíamos que estábamos muy cerca, entonces era el momento que todos comenzábamos a cantar en coro. . Nos acompañaba casi siempre nuestra mascota, el gentil y noble perro –Poker- él también se unía al coro aullando. . Antes de llegar a la casa de mis tíos podíamos ver las primeras chacras con sus plantaciones de maíz y mandioca, y en seguida luego de una gran curva las primeras casas de madera del Establecimiento Maderero Cabure-í. . Allí visitábamos a mi tío Manuel, hermano de mi mamá que tenía un almacén de Ramos Generales y una chacra donde criaba muchos animales. . Nosotros éramos 5 hermanos y mis primos también eran 5, todos más o menos de la misma edad, por lo que armábamos un bullicioso grupo de 10 gurises para jugar, trepar árboles, bañarnos en las heladas aguas del tajamar, pescar mojarritas y renacuajos, tomar leche recién ordeñada, comer caña de azúcar, correr del toro malo, etc. . Ellos tenían una gran casa de madera con varias habitaciones, tenían un grupo electrógeno y un pozo de donde se extraía el agua con un motor. . En el verano, en las noches calurosas nos subíamos sobre el techo de la casa a atrapar –Taca-Taca-. . Llevábamos una botella y allí metíamos algunas luciérnagas, la hacíamos girar de un lado al otro a la botella para atraer a las demás luciérnagas, eran muy grandes con un caparazón oscuro. . Después las soltábamos a todas juntas. . Mi tío Manuel era un hombre muy bueno e inteligente, en aquellos tiempos me llamaba la atención su habitación, la cama matrimonial estaba rodeada en la cabecera y ambos costados por unas estanterías de madera repletas de libros. . Leía mucho y cada vez que iban al pueblo de Iguazú para hacer compras adquiría todas las revistas que estaban a la venta, para él y los hijos. . Los libros no sé cómo los compraba. . Mi tía Hilda era una mujer bondadosa y risueña, de muy buen carácter, nunca la vi enojarse. . Recuerdo que en uno de esos viajes, tal vez alterado por nuestra algarabía, Poker saltó al asiento de mi papá haciéndole perder el control del vehículo y fuimos todos a parar a un mandiocal. . Mi papá se enojó muchísimo, nosotros no parábamos de reir, Poker salió corriendo hacia la casa de mis tíos que estaba a unos escasos metros. . No pasó nada. . Cuando íbamos a –La Costa- así se llamaba el lugar a orillas del río Iguazú donde la gente de Cabure-í acostumbraba ir a refrescarse. . Recuerdo los –tábanos- con sus fulminantes aguijones, eran inmensos y al picar dejaban una protuberancia rojiza y dolorida sobre la piel. . Mis tíos, mis primos y toda mi familia éramos felices compartiendo esos fines de semana. . El domingo nadie quería regresar, a pesar de estar picados por los -mbariguí- hasta las orejas. . Pero había que despedirse, entonces nos abrazábamos y besábamos, una, dos y hasta tres veces. . Y así sacando manos, pies y cabeza por los costados del vehículo, agitábamos nuestros brazos y nos tirábamos besos al aire en un interminable: Chau…Chau…Chau…
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